Cuando un hijo tropieza, su madre siente el vértigo. Cuando un niño cae, la madre nota el golpe contra el asfalto. Y cuando un hijo sufre, su madre sufre con él. Para una madre no es sencillo ver a su pequeño padecer, decepcionarse, “fracasar”… Sin embargo, el modo en que actúe en esos momentos puede ser determinante, pues ella puede incrementar el sentimiento de víctima o ayudar a su hijo a encontrar una oportunidad en cada crisis.
La maternidad es una labor sumamente importante, pues se tiene la posibilidad de moldear una personalidad. Por lo mismo, la responsabilidad es grande y hay que contar con todos los conocimientos y recursos posibles. Así, saber cómo reaccionar, cómo actuar y cómo aconsejar a los menores ante una crisis puede marcar la diferencia en el rumbo de sus vidas. Asegúrate de transmitirles optimismo, resiliencia y poder personal.
Todos enfrentamos crisis
En ocasiones, pensamos que en sus primeros años de vida los niños únicamente han de aprender habilidades básicas como caminar, hablar o utilizar los cubiertos para comer.
Es frecuente creer que la educación emocional es algo que ha de tratarse más adelante, cuando su mayor madurez les permita comprender conceptos más complejos. No obstante, dotar a los niños de herramientas personales y recursos de gestión emocional es algo que debemos hacer desde el primer día; evidentemente, de un modo adaptado a su edad.
Y es que realmente desde que llegamos a la vida enfrentamos retos, obstáculos, frustraciones y crisis de distintos tipos. No todo es sencillo y las cosas no siempre salen como esperamos.
Sin embargo, las dificultades vitales pueden incrementarse con la llegada de la adolescencia. Pueden surgir problemas de rendimiento escolar, conflictos con las amistades y los primeros desencantos amorosos.
En esta etapa tan intensa y cambiante, los jóvenes que durante su infancia hayan desarrollado la autoestima y la inteligencia emocional de una forma adecuada contarán con una gran ventaja. Pero, en cualquier caso, necesitarán el sostén y la orientación de sus padres para enfrentar estas situaciones. Y es aquí donde debemos enseñarles a encontrar una oportunidad en cada crisis.
¿Cuál es tu reacción como madre?
Piensa por un momento en cómo reaccionas cuando tu hijo te cuenta una mala noticia, un evento negativo que le ha sucedido. Por lo general, existen tres actitudes principales que suelen adoptar los padres y madres en estos casos:
- Por un lado, están quienes culpan a su hijo por no haber rendido más o actuado mejor. Padres que sobre exigen a los adolescentes, estrictos, autoritarios y poco empáticos. Esta filosofía lleva a los menores a percibir el error como algo catastrófico y a sentir que fracasan siempre que no logran la excelencia. Esta visión tan rígida les impedirá arriesgarse, aventurarse y superar adversidades, ya que el sufrimiento emocional al fallar será inmenso.
- Por otro lado, están los padres excesivamente indulgentes y compasivos que tratan a su hijo como una víctima de las circunstancias. Son empáticos y amorosos, se compadecen de la situación de su adolescente y le apoyan en todo lo que pueden. Sin embargo, ver al joven como víctima le resta dignidad y le quita poder personal. Si sus padres no creen en él, él tampoco lo hará. Se sentirá, por tanto, desvalido y dependiente en cada crisis que afronte, y la confianza en sí mismo quedará deteriorada.
- Por último, están los padres que ayudan a sus hijos a encontrar una oportunidad en cada crisis. Padres empáticos que escuchan y comprenden a sus pequeños, que validan sus emociones, pero que nunca olvidan recordarles que son fuertes y capaces y les animan a utilizar sus recursos y habilidades. En estas familias el error se contempla como algo natural, parte del proceso de aprendizaje que ayuda a mejorar. Por ello, estos niños son capaces de ver más allá al enfrentar retos y obstáculos.
El arte de encontrar una oportunidad en cada crisis
En definitiva, transmite a tus hijos el hábito del pensamiento positivo, del optimismo y de la resiliencia. Muéstrales que suspender un examen es una oportunidad para mejorar las técnicas de estudio y que un desamor puede enseñarnos a querernos más.
Invítalos a no preguntarse “¿Qué puedo aprender de lo que ha ocurrido?”. Recuérdales que no son víctimas y que tampoco han de ser perfectos. Que está bien intentar, caer y volver a levantarse con más ganas.
Por: Elena Sanz Martín | Vía eresmama.com