Las primeras salidas de los hijos suelen generar inquietud y preocupación en los padres, especialmente cuando se trata de eventos sociales como fiestas o salidas con amigos. La clave para afrontar esta nueva etapa de independencia radica en una comunicación abierta y en reforzar el sentido de responsabilidad desde temprana edad.

Pamela Chávez, madre de un preadolescente, comparte su experiencia con las fiestas de su hijo mayor, quien está a punto de cumplir 12 años. La dinámica de dejarlo en eventos sociales ha generado cierta angustia, pero Pamela destaca la importancia de haber preparado a su hijo a lo largo de su niñez. La confianza en que él posee las herramientas para comportarse adecuadamente y reaccionar frente a diversas situaciones ha facilitado esta transición.

Rosa Pacheco, jefa del Departamento de Psicología del Hospital Daniel Alcides Carrión, brinda orientación sobre cómo prepararse para dejar salir solo a los niños. Desde temprana edad, sugiere hablarles con un lenguaje claro y sencillo sobre lo bueno y lo malo, utilizando recursos como cuentos, películas o series para explicar situaciones sin generar angustia. La socialización entre los 5 y 6 años sienta las bases para la adolescencia, y la comunicación continua entre padres e hijos reduce las probabilidades de problemas en el cumplimiento de los permisos.

La presencia de un adulto en las salidas de un menor es crucial, según Pacheco. No se trata de acosarlos, sino de supervisar que las actividades se desarrollen en un entorno seguro y dentro del horario acordado. En cuanto a la edad para salir solo, no hay una recomendación específica, pero suele suceder al inicio de la secundaria. Trabajar en conjunto trazando rutas y educándolos sobre los riesgos de la calle prepara a los jóvenes para esta nueva responsabilidad.

Respecto a las horas de salida, Pacheco destaca que, en el caso de quinceañeros, las fiestas suelen concluir a altas horas de la madrugada, y es responsabilidad de los padres recogerlos sin excepción. En el caso de pijamadas, sugiere proponer horarios razonables, como de 7 a 10 p.m., promoviendo actividades divertidas en casa antes de que los niños regresen a sus hogares.

Afrontar las primeras salidas de los hijos implica encontrar un equilibrio entre la confianza en su preparación y la necesidad de establecer límites y supervisión. Una comunicación abierta, basada en el entendimiento mutuo, facilita esta transición hacia una mayor independencia.

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