El consumo del alcohol está fuertemente ligado a nuestra cultura y su percepción de riesgo es baja. Para muchos jóvenes, beber alcohol es una práctica fuertemente vinculada al ocio de fin de semana y a la socialización. Fenómenos como el botellón o el binge drinking (consumo de grandes cantidades de alcohol en un breve periodo de tiempo) se han establecido como costumbre habitual de fin de semana entre adolescentes y jóvenes. Los efectos que se derivan de la ingesta de grandes cantidades de bebidas alcohólicas en un escaso período de tiempo son múltiples y relativamente frecuentes: borracheras, peleas, discusiones y conflictos familiares, dificultades para estudiar, etc.
¿Qué podemos hacer madres y padres para prevenir el consumo de alcohol?
No existe una fórmula mágica, pero sí algunas pautas de actuación que pueden ayudar a padres y madres en esta difícil tarea.
Enseñar comportamientos y hábitos saludables, actitudes favorables al propio cuidado, promover una comunicación fluida y un clima familiar afectivo positivo, donde prevalezcan las actitudes de reconocimiento y respeto, son algunas pautas generales de actuación que nos pueden ayudar.
También es importante establecer un sistema coherente de normas y límites, adaptados a la edad de nuestras hijas e hijos; ayudarles a desarrollar actitudes críticas, enseñarles a asumir responsabilidades y practicar recursos de autocontrol, de manera que favorezcamos su autonomía, su seguridad y puedan tomar decisiones de manera más responsable. También es aconsejable regular nuestro propio consumo de alcohol (si lo tenemos), llevando a cabo un consumo responsable, moderado y respetuoso.
Si ya existe una sospecha de consumo, debemos actuar con prudencia, valorando la dimensión y la gravedad del problema, tratando de ajustar nuestra reacción a la situación de forma proporcionada. Es importante que conozcamos las circunstancias del consumo, saber el tipo de relación que nuestra hija o hijo está manteniendo con el alcohol (experimental, como diversión, como forma de relacionarse,…), y debemos apostar siempre por la comunicación y el diálogo.
Es normal sentir angustia, preocupación y desorientación, pero la pérdida de control, el alarmismo y las actitudes persecutorias, solo ocasionan más angustia. Por eso debemos evitar las acusaciones, el bombardeo de preguntas, las actitudes de vigilancia y posturas excesivamente rígidas y coercitivas. Tampoco debemos actuar con indiferencia ante una sospecha o evidencia de consumo. No es recomendable registrar pertenencias y habitaciones porque los hijos lo viven como una traición a la confianza.
¿Qué pasó anoche? Cómo actuar ante la primera borrachera
¿Qué hacer ante la primera borrachera? ¿Cómo actuar? Para abordar esta difícil situación es importante postergar la conversación para el día siguiente, cuando esté en condiciones de mantener un diálogo con toda su atención. Guardar la calma, evitar dramatizar durante la conversación aunque mostrando seriedad, que entienda que es un tema que nos preocupa. Podemos comenzar con una pregunta abierta, tipo: “¿Qué pasó anoche?”. Es importante que se explique sin interrumpirle y sin juzgarle, evitando en todo momento juicios de valor del tipo: “Eres un/a irresponsable”.
Durante la conversación debemos intentar conocer los motivos y la cantidad de consumo de alcohol que ingirió. Si valoramos que no tiene apenas información sobre los riesgos de los consumos de abuso de alcohol, se la facilitaremos y aprovecharemos para reflexionar sobre ello. Y finalizar la charla con un compromiso de responsabilidad por parte de nuestra hija o hijo respecto al consumo de alcohol en futuras salidas de ocio.